A la hora de escribir Alén das estrelamares, y dado que no era –ni soy– hablante habitual de gallego, tuve que leerme el diccionario de Xerais de la "A" a la "Z" para encontrar el vocabulario específico del medio marino que necesitaba para la obra.
Tras leer el manuscrito de El triángulo de Goualougouna amiga mía me echó en cara la "falta de vida sexual" que mostraban mis personajes. Producto de esta crítica, no sólo añadí un centenar de líneas al texto primitivo sino que, acto seguido, me propuse el reto de escribir un texto de indiscutible carácter erótico que terminaría convirtiéndose en mi tercera novela.
El título original de Cristinita... era Libertad de cátedra. Con ese título fue con el que gané un accésit en el I certamen iberoamericano de novela. Mis editores me recomendaron cambiarlo y, al final, consideré que el que ellos me proponían era más acertado.